En la solemnidad de todos los santos
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 1 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- La santidad es el objetivo de la vida del cristiano, considera Benedicto XVI, reconociendo que desde esta perspectiva la muerte deja de provocar miedo. Al dirigirse este lunes a los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano en el día de todos los santos, afirmó que esta solemnidad "nos invita a elevar la mirada al Cielo y a meditar en la plenitud de la vida divina que nos espera".
"La santidad, imprimir a Cristo en uno mismo, es el objetivo de la vida del cristiano", afirmó hablando en italiano desde la ventana de su estudio.
El pontífice aseguró que "experimentamos con antelación el don de la belleza de la santidad cada vez que participamos en la Liturgia eucarística, en comunión con la 'multitud inmensa' de los bienaventurados, que en el Cielo aclaman eternamente la salvación de Dios".
Al mismo tiempo, aclaró, en la vida de los santos "es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos".
Desde esta perspectiva, el Papa invitó a conmemorar a todos los fieles difuntos, como propone este 2 de noviembre la liturgia, visitando si es posible el lugar donde descansan los restos de nuestros seres queridos fallecidos.
"Los cementerios nos recuerdan que la muerte cristiana forma parte del camino de asimilación a Dios y que desaparecerá cuando Dios será todo en todos --aseguró--. Si bien la separación de los afectos terrenales es ciertamente dolorosa, no debemos tener miedo de ella, porque cuando está acompañada por la oración de sufragio de la Iglesia, no puede quebrar los profundos lazos que nos unen en Cristo".
"La eternidad no es un continuo sucederse de días del calendario, sino algo así como el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad del ser, de la verdad, del amor", concluyó.
"La santidad, imprimir a Cristo en uno mismo, es el objetivo de la vida del cristiano", afirmó hablando en italiano desde la ventana de su estudio.
El pontífice aseguró que "experimentamos con antelación el don de la belleza de la santidad cada vez que participamos en la Liturgia eucarística, en comunión con la 'multitud inmensa' de los bienaventurados, que en el Cielo aclaman eternamente la salvación de Dios".
Al mismo tiempo, aclaró, en la vida de los santos "es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos".
Desde esta perspectiva, el Papa invitó a conmemorar a todos los fieles difuntos, como propone este 2 de noviembre la liturgia, visitando si es posible el lugar donde descansan los restos de nuestros seres queridos fallecidos.
"Los cementerios nos recuerdan que la muerte cristiana forma parte del camino de asimilación a Dios y que desaparecerá cuando Dios será todo en todos --aseguró--. Si bien la separación de los afectos terrenales es ciertamente dolorosa, no debemos tener miedo de ella, porque cuando está acompañada por la oración de sufragio de la Iglesia, no puede quebrar los profundos lazos que nos unen en Cristo".
"La eternidad no es un continuo sucederse de días del calendario, sino algo así como el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad del ser, de la verdad, del amor", concluyó.
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