jueves, 11 de noviembre de 2010

Carta del Papa al presidente de Irán

“El diálogo interreligioso e intercultural es un camino fundamental para la paz”


CIUDAD DEL VATICANO, jueves 11 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la carta que Benedicto XVI dirigió al presidente de la República Islámica de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, a quien fue entregada este martes 9 de noviembre por el presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, el cardenal Jean-Louis Tauran, durante un encuentro en Teherán.

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Señor Presidente,
Le escribo para reconocer las corteses palabras de saludo y las reflexiones que Su Excelencia me ha enviado amablemente por los buenos oficios de Su Excelencia el Sr. Hojjat ol Eslam Haj Sayyed Mohammad Reza Mir Tajjadini, Vicepresidente de la República Islámica de Irán.
Es mi profunda convicción que el respeto a la dimensión trascendente de la persona humana es una condición indispensable para la construcción de un orden social justo y una paz estable. De hecho, la relación con Dios es el fundamento último de la inalienable dignidad y el carácter sagrado de toda vida humana.
Cuando la promoción de la dignidad de la persona humana es la principal inspiración de la actividad política y social que está comprometida en la búsqueda del bien común, se crean fundamentos sólidos y duraderos para construir la paz y la armonía entre los pueblos.
La paz es, ante todo, un don de Dios, que se solicita en la oración, pero también es el resultado de los esfuerzos de las personas de buena voluntad. Desde esta perspectiva, los creyentes de todas las religiones tienen una responsabilidad especial y pueden desempeñar una función decisiva, cooperando en iniciativas comunes. El diálogo interreligioso e intercultural es un camino fundamental para la paz.
Firmemente convencida de esto, la reciente Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio, que tuvo lugar en el Vaticano del 10 al 24 de octubre de 2010, fue un momento significativo de reflexión e intercambio sobre la situación en Oriente Medio y sobre los grandes desafíos colocados ante las comunidades católicas allí presentes. En algunos países esas comunidades se enfrentan a circunstancias difíciles, discriminación e incluso violencia y carecen de la libertad para vivir y profesar públicamente su fe. Estoy seguro de que el trabajo del Sínodo traerá buenos frutos a la Iglesia y al conjunto de la sociedad.
Los católicos presentes en Irán y los que están por todo el mundo realizan esfuerzos para colaborar con sus conciudadanos para contribuir leal y honestamente al bien común de las respectivas sociedades en las que viven, convirtiéndose en constructores de paz y reconciliación.
En este espíritu, expreso la esperanza de que las relaciones cordiales ya felizmente existentes entre la Santa Sede e Irán continúen progresando, así como las de la Iglesia local con las autoridades civiles. También estoy convencido de que la puesta en marcha de una Comisión bilateral será especialmente útil en el tratamiento de cuestiones de interés común, incluida la del estatus jurídico de la Iglesia católica en el país.
Con estos sentimientos, aprovecho la ocasión para renovarle, Sr. Presidente, la garantía de mi más alta consideración.
En el Vaticano, 3 de noviembre de 2010
BENEDICTUS PP. XVI

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