sábado, 18 de diciembre de 2010

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.



Por nada estéis angustiados sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
No habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!»
No dije a la descendencia de Jacob: “En vano me buscáis”.
Tenemos libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de Jesucristo,por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo,] esto es, de su carne. También tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios;acerquémonos, pues, con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura.
Así que podemos decir confiadamente: «El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre».

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