A SANTA GERTRUDIS: “Nada me da tanta delicia como el Corazón del hombre, del cual muchas veces soy privado. Yo tengo todas las cosas en abundancia, sin embargo, cuanto se me priva del amor del corazón del hombre” “Mi Corazón ¡Oh amada! Es tan poco conocido que si los hombres tuviesen que elegir entre Mí y un pedazo de pan preferirían el pan… esto me causa pena mucha pena. Ver a los hombres que gimen, sufren privaciones, languidecen. Conocer que tengo todo lo que necesitan, ver que lo rehúsan, que lo desprecian, es una pena que pasa el Corazón. Para no sentirla, sería menester no amar a los hombres como Yo los amo; sería menester no haber muerto por ellos como Yo he muerto… ¡Oh María! ¡Cuánto me preocupa el amor de los hombres! ¡Cuánto ansío su amor! Por esto, cuando Yo encuentro un Corazón que me abre las puertas, me precipito dentro con todas mis gracias.” “Mi esposa (se refiere a sor Benigna), yo llamo a todos a mi Corazón y ninguno responde. Mi Corazón no puede contener los tesoros de gracias que encierra; tengo necesidad de derramarlas sobre mis criaturas”. “Es necesario reavivar la devoción a este Corazón, para que el mundo se conmueva de nuevo. Mi Corazón ha de ser la salvación de todo el mundo, la salvación de cuantos lo busquen y conozcan”. “Benigna, ¿dónde puedes encontrar un corazón que te ame más? ¿Dónde, Benigna, dónde? Mi Corazón es un abismo de misericordia, ¿y tú no lo conoces todavía? ¿no has hecho ya tantas veces feliz experiencia de ello? Sí, Benigna; proporcióname el consuelo de darme tus miserias…” “Este Dios de amor no busca sino miserias que consumir, imperfecciones que destruir, voluntades flacas que fortificar, buenos propósitos que robustecer…
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