LA NECESIDAD DE ORAR
Nuestra mortal condición humana de polvo y ceniza sólo nos permite ver un único cuadro: el presente en unión con el pasado; de hecho, frente al destino nos movemos como ciegos torpes, como niños pequeños. Nada sabemos de lo que nos va a ocurrir, ni cuando moriremos, y esta fragilidad nos hace en extremo vulnerables. "Sin Mí nada podéis hacer", nos dice Jesús en el Evangelio.
Sólo Dios ve las infinitas posibilidades de cada existencia, los diferentes caminos, todos los cuadros del mañana en simultáneo y hasta el infinito; para El, la sonrisa desdentada de un bebé y la sonrisa desdentada de una anciana centenaria (que antes fue ese bebé), son como coordenadas que van juntas. De ahí nace la enorme necesidad de orar, de conectar con Su Mente, con Su Corazón, exactamente como un aparato de radio conecta a través de ondas con la emisora, o como un hijo enlaza con su madre o su padre, o como un sarmiento recibe la savia vital de la raíz viva de la vid ("Yo soy la Vid y vosotros los sarmientos", dijo Jesús). Y de ahí también la importancia de ser humildes y leales a su causa, de acatar ese "Hágase tu Voluntad" que decimos en el Padre Nuestro.
La oración nos conduce a una mayor cercanía y seguimiento de Jesús. Ya que orar no es sólo mover los labios con la atención puesta en otra parte. Orar es comunicarse con Dios, hablarle, agradecerle, pedirle, adorarlo. También lo podemos hacer en completo silencio, leyendo preces y salmos, o con una simple jaculatoria. Y mejor aún si rezamos el rosario, porque entonces conectamos también con el Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Orar es también acompañar al Señor en el Sagrario, en la Eucaristía, en los Sacramentos, o mejor aún, invitarlo a hacer de nuestra alma, su casa, su refugio.
A menudo la gente alude a este refrán: "A Dios rogando y con el mazo dando", a sabiendas de que lo importante es luchar por lo que queremos con la cabeza fría y los pies puestos en la tierra (algunos sienten que rezar es como hablarle al aire, que no sirve para nada). Sin embargo, San Ignacio de Loyola dio con la fórmula exacta al decir que hay que esforzarse al máximo al estudiar o trabajar, tal como si todo dependiera de uno, pero al mismo tiempo rezar incansablemente, porque todo, absolutamente todo depende de Dios.
También hay personas a las que no les dice nada tanta repetición de la palabra: Dios, Dios, Dios... les parece cosa de locos, de gente rara, o peor aún, sienten que se ha abusado y profanado bastante de este nombre santo, hasta límites insospechados incluso; es el caso, por ejemplo, de los nazis que llevaban en sus cinturones grabada la frase: "Dios con nosotros", o el más reciente de los extremistas islámicos que asesinan a sus víctimas o se hacen explotar ellos mismos para matar a un mayor número de gente, al grito de: Dios es grande.
Pero volvamos al Dios Cristiano, al Dios verdadero, al del amor y de la oración... Es bueno rescatar su lenguaje de la aparente ambigüedad en que suele producirse. Por ejemplo, el atentado del Papa Juan Pablo II ocurrió exactamente un 13 de mayo, día de la aparición de La Virgen en Fátima. Y san Francisco de Asís, en la época de fundar su orden, abrió al azar la Biblia un par de veces, leyó y dijo: "Así lo haremos", y "ésta será nuestra regla", también San Agustín encontró "por casualidad" una lectura que transformó profundamente su vida, y el actual Papa Benedicto XVI, en su interesante libro "Dios y el mundo" cuenta que Balduino, el rey de Bélgica, abría la Biblia al azar (lo que había supuesto una ayuda increíble para él), y que en una crisis muy grave de su gabinete, se fue a la capilla a rezar y al coger este libro encontró la palabra que le indicó lo que tenía que hacer...
En fin, que si estamos a la escucha, si tenemos nuestro "móvil" siempre encendido y en cobertura con Dios, será más fácil darnos cuenta de su secreto lenguaje. Cierto que también se vale de cosas fuertes, de pruebas al filo del abismo que nos causan impotencia u otras emociones tristes, incluso de la llamada "noche oscura". Y no es que sea sádico, sino que lo permite para librarnos de la vanidad, del pecado, de la frivolidad. Es un hecho que el sufrimiento agudiza nuestra sensibilidad y nos vuelve más humildes.
Otras veces (más de lo que somos conscientes), se manifiesta también a través de la simple alegría de vivir, de cosas buenas y sencillas, de personas, lecturas, experiencias vivificantes. En realidad es el espíritu del mal el que nos odia, el que nos tienta y desea alejarnos del bien, el causante de la violencia que hay en el mundo. A menudo las personas se preguntan como Dios, si es Amor, manda o permite que ocurran cosas muy tristes; ciertamente, a veces no le resta otra opción que "mirar para otro lado", pero Dios no nos desea el mal, somos nosotros los que de una manera u otra le hacemos el juego al maligno al alejarnos de la oración fervorosa y de una vida en unión con el Espíritu Santo. Somos nosotros los que a veces despreciamos o rechazamos de plano esta maravillosa realidad Divina que nos trasciende y trasforma hasta el punto de hacer llevadero o enriquecedor el sufrimiento.
La Sagrada Escritura nos da muchos ejemplos del sometimiento de Dios, por propia voluntad, al poder de la oración constante; ahora bien, si pese a ello, estamos ante un hecho negativo insalvable, como podría ser, por ejemplo, la muerte de un ser querido, debemos aceptar que esa ha sido su Voluntad. Malo sería bloquear o cortar este circuito Divino, o peor aún, enojarnos y tomar partido por Satanás, que siempre estará trabajando para hacernos retroceder. Sea cual sea nuestro ánimo, no hay que olvidar que la oración, penetrada de fe ardiente, puede ser semejante a la varita mágica de las hadas infantiles. Nada es imposible para Dios. Y si se lo pedimos, puede transformar la realidad. Él no contempla su creación, no nos observa como hacemos nosotros cuando encendemos la televisión o vemos una película; Dios participa, interviene, cambia de planes, nos interpela, nos llama, o bien, si es necesario, nos golpea permitiendo que el mal actúe o se desencadene.
Dios mismo, en su libro "La Verdadera Vida en Dios (Encuentros con Jesús)" de Vassula Rydén, nos recomienda tres oraciones muy poderosas:
NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZON DE JESUS.
"Oh, Señor Jesucristo,
yo confío esta intención a tu Sacratísimo Corazón: (indicar la petición).
Mírame solamente, Jesús,
Y luego haz lo que Tu Corazón Te inspire.
Que Tu Sagrado Corazón decida.
¡Yo cuento con El!,
¡Yo confío en El!,
¡Yo me entrego a Su Misericordia!.
Señor Jesús, Tú no me defraudarás.
Sagrado Corazón de Jesús, yo confío en Ti.
Sagrado Corazón de Jesús, yo creo en Tu amor por mí.
Sagrado Corazón de Jesús, que venga Tu Reino.
Oh Sagrado Corazón de Jesús,
yo te he pedido muchas gracias,
pero imploro ardientemente ésta.
Tómala, ponla en Tu Sagrado Corazón.
Cuando el Padre Eterno la vea,
cubierta con Tu Preciosa Sangre,
no la rechazará-
Ya no será mi plegaria, sino la Tuya, oh Jesús.
Oh Sagrado Corazón de Jesús,
yo pongo mi confianza en Ti.
Que jamás sea confundido. Amén.
INVOCACION A SAN MIGUEL ARCANGEL.
San Miguel Arcángel,
defiéndenos en el combate;
se nuestro auxilio contra la perversidad
y las asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
Y Tú, Príncipe de la milicia Celestial,
lanza al infierno con el Divino Poder,
a Satanás y a los demás espíritus malignos,
que vagan por el mundo para la perdición de las almas.
Amén.
ACORDAOS (De San Bernardo).
Acordaos, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestro auxilio y reclamando vuestro socorro,
haya sido abandonado de Vos.
Animado con esta confianza,
a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes,
y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante vuestra Presencia soberana.
No desechéis, oh Madre de Dios, mis humildes súplicas,
antes bien escuchadlas y acogedlas favorablemente. Amén.
Todos los tomos de "La Verdadera Vida en Dios (Encuentros con Jesús)" de Vassula Rydén abren con una Correspondencia entre la Congregación para la Doctrina de la Fe, a cargo del entonces Cardenal Joseph Ratzinger -ahora Papa Benedicto XVI-, y Vassula "el Cardenal Ratzinger me ha solicitado ahora que publique las preguntas con mis correspondientes respuestas y me siento feliz de compartirlas con vosotros como expresión de mi posición oficial", Roma, 30/03/03).
En resumen, la Gracia está ahí, pero hay que responder a ella y hacerlo de forma radical. En cualquier caso, no debemos asustarnos demasiado por los acontecimientos del presente; la vida es un milagro que abarca mucho más que ese presente. Dios no abandona jamás a los suyos. Lo que pretende es urgirnos a una realización más profunda, a una vida más entregada a su Espíritu; su abismo de Amor tiene sed de oración, de comunicación con su criatura. Después de todo, cada persona debe "trabajar" por la salvación de su alma, debe encerrar en si misma su propia razón de existir.
Katty Reyes De la Jara.
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